Los burros nunca se aburren,
disfrutan en su vergel
el tesoro al que recurren,
encontrando siempre en él
mil placeres en tropel
y en ellos siempre discurren.
Los hombres, que no se cortan,
presumen de aburrimiento,
que es el reconocimiento
de que nunca se soportan.
¡Pobres gentes
y dementes
de tan pobre corazón,
y que son tan diferentes
a los borricos, que son
mucho más inteligentes!
Jesús María Bustelo Acevedo
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